Pedro
Pablo Nakada Ludeña se hizo conocido
mundialmente por apodarse “el apóstol de la muerte” debido a que asesinó por lo
menos a 25 personas, según aseguró, porque Dios le ordenaba matar.
Sin embargo no era lo único que lo motivaba, también
decía que tenía que limpiar el mundo de lo que consideraba escoria de la
sociedad. “Yo no soy un criminal, soy un limpiador, he librado a la sociedad de
homosexuales y vagabundos”, dijo el criminal.
Se estima que lo que realmente impulsó a Nakada a cometer
los crímenes fue la infancia marcada por el maltrato y el poco afecto. En la
escuela era víctima de burlas, era un niño solitario e introvertido. Además sus
hermanas lo vestían como mujer y lo obligaban a salir así a la calle, lo que
generaba que se burlaran de él.
“Odio a los maricones. Cuando yo era niño, mis hermanos
me violaron porque creían que yo había matado a una perra que teníamos y que
además estaba preñada. Juro que yo jamás le hice nada al animal”, narró.
Entre sus víctimas figura una mujer de 50 años, un
taxista y sus dos pasajeros, un cosmetólogo, entre otros, siempre justificando
sus crímenes asegurando que eran delincuentes, homosexuales o prostitutas. “Me
había enterado de que el cosmetólogo (Wilder Muñoz) era homosexual, tenía sida
y se prostituía. Le pedí que me diera un servicio (sexual). Cuando se bajó el
pantalón, le disparé tres veces en la nuca”, contó.
El 28 de diciembre del 2006 fue detenido y en el 2007 fue
condenado a 35 años de prisión por el crimen de 17 personas.
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