En estos
hechos sangrientos, Construcción Civil ha puesto un doloroso “cupo”. En el
distrito de Paramonga, los sicarios “se bajaron” a toda la directiva del
sindicato afiliado a la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).
En abril
asesinaron a su secretario general, Gilmer Castro Arteaga, y, dos meses
después, a sus futuros reemplazos, César García Chinchay y Jorge Huayanca
Fernández.
Una vez que los patrones del sicariato impusieron su reinado en las obras de
Paramonga, la violencia se trasladó a la vecina Barranca. En octubre, Jesús
Ruiz Díaz , secretario general de construcción en Barranca, fue asesinado
frente a la puerta del local de la CGTP.
Tras su entierro, su casa fue baleada para
acallar a su mujer y a su hija.
La CGTP denuncia que ya no controla ninguna gran obra en la ciudad. “Las obras,
tanto públicas como privadas, están secuestradas por los delincuentes”,
denuncia Daniel Rivera, actual representante de este gremio en Barranca.
La situación de Barranca ejemplifica un fenómeno en el territorio nacional: la
sindicalización del hampa.
Sicarios a la obra
En la entrada de Barranca desde la Panamericana Norte, dos hombres visiblemente
armados y sin uniforme “cuidan” a 5 obreros que cavan una zanja para introducir
cableado.
La presencia de los “chalecos” en las obras, de pequeñas a grandes, se acepta
con absoluta normalidad en la zona. También las balaceras.
La última ráfaga del sicariato cayó hace tres semanas sobre el obrero de
construcción civil Diego Castro Huamán en plena hora punta junto a la puerta
del centro comercial Megaplaza de Barranca. Su hermano, también de Construcción
Civil, resultó gravemente herido.
“Aquí en Barranca hay una Gran Familia con fachada de sindicato de
construcción”, denuncia Daniel Rivera, actual representante de la CGTP en
Barranca.
En la provincia operan otros dos sindicatos del mismo rubro, además del de
Rivera. Ambos declaran ser de la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP),
eterna rival aprista de la CGTP.
Sin embargo, el secretario general de la CTP, Elías Grijalba, solo reconoce a
uno de ellos: el Sindicato Único de Trabajadores de Construcción Civil de
Barranca.
Precisamente, dos integrantes de este sindicato están en prisión en espera del
juicio acusados del asesinato en octubre pasado del secretario de la CGTP en
Barranca, Jesús Aníbal Ruiz. Fueron detenidos al día siguiente del asesinato
junto a otros dos elementos. Portaban armas, marihuana y guantes quirúrgicos.
Ellos, sin
embargo, se declaran inocentes y juran que iban a realizar otro “trabajo” que
nada tiene que ver con construcción civil: asaltar una empresa.
El otro sindicato tiene su sede en Pativilca-Buenos Aires Altos. Grijalba jura
que “los de Pativilca nada tienen que ver con la CTP”. Sin embargo, en una
carta dirigida al municipio de Barranca, este sindicato –reconocido por el
Ministerio de Trabajo por el expediente N°12-2010-ES-MTPE/1/22– se presenta
como integrante de la federación de Grijalba.
Su plana mayor tiene varios ingresos en la cárcel de Huacho por robo agravado. Carquín
parece haber influido en su vocación sindicalista.
Como secretario general, firma “El Machi de Pativilca” (Juan García Pantoja),
cuya última fecha de salida del penal de Carquín es el 27 de noviembre del
2009. Su Secretario de Organización es “El cojo” (Jacinto Marcelino Caushi
Palma), que cumplió condena por robo agravado de julio del 2005 a setiembre del
2007.
Sin embargo,
el jefe del “sindicato”, según los testimonios recopilados, es su Secretario de
Deportes, “Wilson” (Wilson Aníbal Cruz Galarreta), quien salió de prisión en
agosto del 2006 con semilibertad.
“El Machi” y “Wilson” fueron involucrados por testigos en el asesinato en
Paramonga en 2013 del empresario ferretero Richard Félix Flores y dos de sus
guardaespaldas, vinculados con construcción civil en Lima norte.
Tras el asesinato del ferretero, sus nombres salieron a la palestra en los
medios de comunicación. Sin embargo, siguieron delinquiendo a su antojo en la
provincia.
De asaltantes a sindicalistas
La historia de este sindicato, relatada a La República por fuentes atemorizadas
que prefieren quedarse en el anonimato, refleja el afán de “superación” de la
delincuencia y su olfato por el dinero fácil.
Comenzaron en el rubro de piratas de carretera asaltando ómnibus, relatan
nuestras fuentes. Después fueron seducidos por el brillo del oro de la minería
ilegal en Pativilca.
Pero no
precisamente para picar socavones, sino para cobrar “cupos” a los mineros por
“seguridad”.
Pero la veta disminuyó y entraron en crisis. Entonces, vieron en las obras
públicas su nuevo filón y decidieron formalizarse ante el Ministerio de Trabajo
como un sindicato de construcción civil.
Una vez
conseguida una nueva fachada, habrían comenzado a eliminar a balazos a la
competencia.